lunes, 22 de marzo de 2010




Metamorfosis
En el relato de Kafka, Gregorio Samsa se despierta una mañana convertido en un enorme insecto. Ahora, en el escenario, podemos ver esta transformación de manera viva, cruda y teatral gracias a la actuación magnífica de Gísli Örn Gardarsson, quien con sus artes de actor, mimo y gimnasta logra comunicar al espectador la extrañeza y el absurdo de ser una horrorosa criatura.

La escenografía, insólita y refinada, nos permite ver al mismo tiempo los dos mundos en que ahora vive la familia Samsa: en el primer piso habitan el padre, la madre y Greta, la otra hija de la familia; en el segundo vive Gregorio, y esta habitación es vista por el espectador desde arriba, como desde un ángulo cenital, por lo cual los muebles y demás penden de la pared y la gravedad está trastocada para expresar de manera muy clara y contundente el punto de vista de un insecto y la condición desdichada de Gregorio, que ahora se relaciona con el mundo que lo rodea de una manera inusual.

En este doble escenario y con una extraordinaria capacidad gimnasta y una actuación gestual propias del arte de los mimos, los actores logran hacer sentir al espectador la tragedia que se vive en la casa de la familia Samsa cuando la vida cotidiana choca de frente con el absurdo.

El cuarto de Gregor Samsa es diferente al del resto de la familia. Dentro de él, incluido el pobre Gregor, todo ha girado 90 grados.

Mientras en el primer piso se vive la normalidad de una familia, Gregor está arriba, sentado en una silla que reposa sobre la que es, en realidad, una pared.

“Esa es la metáfora visual clave de la obra”, dice David Farr, codirector de Metamorfosis, la obra que trae Islandia al Iberoamericano. Para mostrar la extrañeza, la transformación de Gregor en un “monstruoso insecto”, como lo llamó Kafka en el primer párrafo de su novela corta, decidió junto a Gísli Örn Gardarsson, actor protagónico y codirector de la pieza, que él estuviera siempre, durante la hora de duración del montaje, en una posición prácticamente imposible y vestido como un trabajador: de saco y corbata.

Gregor, quien es el sustento de la familia, no entiende lo que ha pasado, todo le parece normal. Su familia, en cambio, está horrorizada. Gregor se convierte en un secreto que hay que guardar.

EL TIEMPO habló con los directores de esta pieza.

¿Cuáles fueron los retos de montar ‘La metamorfosis’? David Farr (DF): Tomamos una decisión fuerte, no tener un vestuario literal de insecto porque el libro tiene mucho que ver con gente que trabaja duro y que quiere encajar en la sociedad. Escogimos un vestido para el trabajo.

Gísli Örn Gardarsson (GOG): Todo el mundo esperaba que la montáramos como un libro. La primera pregunta que nos hacían era qué clase de vestuario iba a tener el insecto. El reto era encontrar el significado real de una historia que contiene metáforas alrededor de muchas cosas. Eso es lo agradable de interpretarla en diferentes continentes. Todo el mundo se relaciona con ella porque hay secretos en cada familia.

Las críticas resaltan su actuación como Gregor. ¿Cómo se preparó? GOG: Tuve que escalar muchas montañas en Islandia, mi país de origen, porque actúo en la pared todo el tiempo. Esa es la metáfora teatral que escogimos para mostrar que hay algo extraño. La familia lo ve y se sorprende, pero Gregor no entiende. Todo le parece normal. Durante una hora, estoy al revés.

Es la cosa más dura que he hecho en toda mi vida. ¡Creo que pierdo 10 kilos en cada función! DF: Estuve tratando de hacer esta adaptación durante diez años y no tenía idea de cómo hacerla hasta que conocí a Gísli, que es gimnasta y un actor brillante. Yo quería darle a la historia el mismo ‘feeling’ de Kafka, que la cuenta como algo muy normal, así no lo sea. La metamorfosis no es un libro de horror gótico.

¿Qué tan compleja fue la creación de la escenografía? ¿Cómo hicieron para traerla? GOG: Fue diseñada para viajar. Cuando estrenamos en Inglaterra, sabíamos que la teníamos que llevar a Islandia. Sin embargo, es una escenografía grande y pesada. Tratamos de hacerla muy amigable, para ser transportada en barco –se arma como un Lego–, pero al mismo tiempo tenía que ser muy sólida porque mi vida depende de ella. Estoy a 7 m de altura y no hay cables o trucos en la escena.

¿Con ese esfuerzo físico, qué ocurre en su mente? GOG: Cuerpo y mente se sostienen, trabajan juntos, porque el dolor es real.

Cuando Gregor está asustado, acurrucado, arriba, en una esquina, eso sirve físicamente para traer lo emocional. Creo que así es más sencillo que con un drama normal










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